La fiebre es un indicador que existe una infección y se da cuando hay un aumento de la temperatura corporal, medida en la axila, superior a los 37 °C. En el caso de los niños y las niñas y a consecuencia de un sistema inmunitario poco experimentado son los más proclives a sufrir fiebres elevadas.
Según la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, es importante que los padres vigilen si a través de la fiebre hay un empeoramiento al estado del niño y recomiendan consultar de manera urgente con un médico en los siguientes supuestos:
- Si al niño que tiene fiebre le salen unas manchas de color oscuro, rojo o morado y que no desaparecen cuando se estira la piel que las rodea.
- Cuando hay rigidez al cuello.
- Si existe decaimiento, irritabilidad o llanto excesivo, difícil de calmar.
- Cuando se manifiestan convulsiones o pérdida del conocimiento.
- Si hay dificultad para respirar con una respiración muy rápida y agitada, se sienten silbatos cuando respira, marca las costillas y hunde el esternón.
- En el caso de vómitos o diarrea persistentes o muy abundantes que pueden causar deshidratación y que podemos ver cuando hay ojos hundidos, lengua seca, ausencia de saliva, entre otros.
- Cuando no hay orina o esta es escasa.
- Si la fiebre dura más de 2 o 3 días.
- En el caso de los menores de 3 meses, hay que recurrir al pediatra sí o sí, puesto que todavía son demasiado pequeños, y tienen un sistema inmune muy immaduro y pueden correr el riesgo que la infección se propague rápidamente.