FOTO: Meritxell Perpiñán Masip
Pues sí, con monosílabos respondo como puedo una "conversación" que tengo con alguien que casi no conozco. No lo sé, tengo la sensación que me tengo que justificar por el hecho de tener 3 hijos o para querer tener'n otro. Perdonáis, no lo entiendo.
A veces me dicen «Y cuando pararás?». Perdona? Parar, de qué? Tampoco hay por lo tanto! Sólo tengo tres, de hijos. Mi abuela tuvo nuevo!
O tengo que aguantar preguntas como «Por qué fuiste a buscar el tercero si tenías "la parelleta"?» Lo siento pero no tuve hijos para tener "la parelleta". Apa, que no se tienen que casar entre ellos! El género no era importante; más bien fue cuestión de otra cosa.
O también tengo que sentir sandeces como «Que no ves la tele?». Pues sí, veo la tele, tengo internet y no quiero un equipo de fútbol. Y, por cierto, no tengo ninguna tendencia religiosa!!! Simplemente quiero tener mis hijos tranquilamente sin que nadie ponga la nariz.
Gracias por los consejos, de verdad.
Para criar hijos o tener'ls creo que se tienen que tener ganas, paciencia, humor y saber hacer malabars. Todo por este orden y de este modo.
De hecho, de humor siempre se tiene que tener. De aquí surge la "teoría de la relatividad" que sólo surge hacia el tercer hijo. Y, por cierto, es verdad.
Al primero, a la hora del baño pones el termómetro al agua, pones la temperatura ambiente adecuada, miras qué es el jabón más adecuado, la toalla, la hora... un ritual que se lleva a cabo con una cierta calma y tranquilidad. Cuando llega el segundo ya no tienes termómetro porque directamente pones el codo, la temperatura ambiente ya no té la miras, la toalla, a veces, no la tienes ni preparada sino que la vas desplegando con una mano mientras sostienes tu hijo con la otra (podríamos decir que aquí empieza el dominio de los malabars). El tercero lo mojas directamente al agua, si arronsa las piernas es porque quema o está fría y así con el resto.
Con la alimentación pasa el mismo. El primero, miras de pe a pa todo el que dice la OMS sobre la alimentación y la introducción de los alimentos a cada edad. Me recuerdo que con el segundo adapté más su alimentación a nuestra separación por la conciliación (o sea que, cuando el niño estaba conmigo, siempre le daba pecho, sacado de cuando iba con otra gente. Estos le introducían las frutas, verduras, ... que respondían a comidas como el almuerzo y la comida).
Y con la tercera no recuerdo cuando un día en seco me puso la mano dentro del plato y se llevó un trozo a la boca. El mismo pasó con el huevo. Con la primera el cuarto de herrumbre, después la mitad, finalmente la clara (y todo sin freír). Al segundo, pero, hice la tortilla directamente (rompiendo los huevos, eso sí) y con la tercera creo que se comió un huevo ferrat directamente.
Sí, soy mala madre, lo sé, pero es que hay ciertos dolores de cabeza cuando tienes un que cuando tienes más ya no existen. Aquí rae la teoría de la relatividad.
La dosis de paciencia y humor tienen que ir aumentando a medida que tienes hijos, si no la relatividad no llega.
Y los malabars? Os preguntaréis.
Pues sí, a la pregunta de cómo nos organizamos entre actividades, vida diaria, logística familiar y otros, mi respuesta fue muy sencilla: malabars. No sé si habéis hecho nunca, de malabars, pero si tú intentas hacer rodar tres pelotas al aire, hay un momento que una ni la dominas ni la tienes; está al aire.
Esto es tener tres hijos. Tienes que tener claro que no puedes dominarlo todo al 100%, sino que en algún momento algo está suspendido al aire, después cae encima tuyo con fuerza, lo tienes que sujetar fuerte y darle impulso nuevamente. Es un juego continuo donde tienes que estar atento antes de que las pelotas te caigan.
Alguien dijo que la educación de nuestros hijos/se se puede comparar en cómo sujetamos una pastilla de jabón a nuestras manos; si lo coges con fuerza saldrá disparada pero si no lo coges con firmeza se escolarà entre nuestros dedos.
Y he aquí una frase que me encanta: "Antes de casarme tenía seis teorías de como educar los niños. Ahora tengo seis hijos y ninguna teoría" John Wilmot (1647-1680)