Guía para detectar las trampas financieras (II)

Otro tipo de trampa financiera es el que encontramos cuando nos adornan un producto o servicio. Esto lo pueden hacer con recursos publicitarios

Entre las afectaciones menos significativas de la Covid podríamos encontrar una prometida mía incomplerta. Efectivamente, el pasado febrero empecé a hablaros de los varias trampas financieras que nos puede parar el en torno consumista en el cual vivimos. Y os dije que seguiríamos tratando el tema en posteriores entradas. Han pasado cinco meses (y un montón de hechos que de seguro nos habría gustado ahorrarnos) hasta que me ha parecido que quizás era hora de seguir el hilo.

Explicaba entonces que las trampas están muy muy diseñados por auténticos expertos en la materia. Saben como tocar la fibra que nos impulsa a movernos de una determinada manera. A veces, sin embargo, nos los paramos nosotros mismos. La cabeza, el corazón, o todo a la vez, se nos pone en contra de nuestros intereses. Ahora bien, en el momento que los conocemos, tenemos media partida ganada. El resto depende de la voluntad de cambiar hábitos que hemos descubierto y que no nos ayudan a respetar los objetivos que nos marcamos.

 

Tenemos una clara aversión a perder

Pasa a menudo que cuando hemos probado o tenido algo, nos cuesta más renunciar. Nos ponen fácil disfrutar de un servicio gratuitamente durante tres meses porque es muy probable que pasado este tiempo acabamos contratándolo. Que no lo hacemos estará en función de nuestro autocontrol. Y no siempre podemos contar con él, oi?

En esta línea, tenemos muchos golpes tendencia a aceptar mejor conservar el 90% de nuestro sueldo (o del que sea) que no a perder el 10%. Fijémonos en cómo nos presentan una propuesta. A veces hay trampa. Matemáticamente es el mismo, pero lo percibimos diferente. A nadie gusta perder. Y por eso, por ejemplo, podemos seguir invirtiendo en un negocio ruinoso. Aunque sepamos que lo es. Lo preferimos antes de que dar por perdidos el dinero que hayamos destinado hasta el momento.

 

Nuestro sentido de la justicia puede ser bastante peculiar

Os habéis fijado nunca en el criterio que a menudo seguimos cuando juzgamos el esfuerzo de los otros? Decidimos una compra en función de si creemos que el precio es justo o no, y no tanto por el valor que el bien o servicio nos aporta.
Un ejemplo habitual es lo del cerrajero que nos abre la puerta de casa en un par de minutos a cambio de una buena minuta. Tendríamos que estar contentos de ahorrarnos tener que destrozar la puerta para entrar. No obstante, tenemos tendencia a pensar que nos están levantando la camisa.

No os parece que podríamos valorar más la experiencia de los profesionales que nos dan servicio, y el que nos ahorramos contratándolos. Recordáis el concepto de coste de oportunidad que mencionábamos al tabla anterior? Cuál es el coste de oportunidad de contratar alguien quien realmente sabe qué tiene entre manso? Son las alternativas mejores o peores? Los cinco minutos que un mecánico tarda a collar el tornillo que arregla una avería son de balde. Pero los años de experiencia que le permiten saber qué tornillo hace falta collar justifican la factura.

 

La peligrosa magia de los envoltorios

Otro tipo de trampa financiera es el que encontramos cuando nos adornan un producto o servicio. Esto lo pueden hacer con recursos publicitarios, o añadiendo todo un ritual alrededor. Una cerveza de botella de una determinada marca tiene el mismo sabor a casa que en un bar de moda, pero estamos dispuestos a pagar más por ella en este segundo caso.

En relación con esto último, incluso puede ser difícil diferenciar entre una cerveza de una marca conocida en frente a otra de más económica. Pero el anuncio que hemos visto de la primera a la televisión (o a YouTube o cualquiera otro medio) nos condiciona. Es una cuestión de expectativas.

Por otro lado, dentro de la categoría de envoltorio también podemos incluir el precio. Quizás el más puesto que no es lo más adecuado para nuestras necesidades, pero asociamos precio a satisfacción final. Por ejemplo, quizás acabamos escogiendo el teléfono móvil de coste elevado porque tenemos la sensación que será mejor. Para la mayoría, resulta mucho más sencillo decidir segundo el precio que no en función de las muchas prestaciones técnicas que nos habría que comparar si el criterio a seguir fuera más racional.

 

Y que podemos hacer con todo esto?

Tal como mencionábamos antes, el primer paso ya lo hemos dado. Y hay algunas herramientas que nos pueden ayudar a saltar por sobre estas trampas financieras. En el cercano (y último) entrega de esta serie lo veremos.

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