Cerramos con esta entrada la serie dedicada a las trampas financieras. Y lo hacemos centrándonos en el que es más importante, sus antídotos.
Para comprar menos hay que sentir dolor
Lo decíamos a primera entrega. Tenemos tendencia a anestesiar el dolor para poder gastar más. Por lo tanto, si conseguimos que pagar nos haga daño de nuevo, posiblemente nos estaremos de hacer algunas compras. Y daremos un paso más hacia el apoderamiento financiero.
Pongamos imaginación. ¿Qué sentiríais pagando un coche con fajos de billetes de 50€? Cuanto más dinero hayamos de sacar físicamente de la cartera para hacer una compra más doloroso será. Por lo tanto, haremos bien de olvidar las tarjetas de crédito o débito (y similares) siempre que nos sea posible, porque ambas nos hacen los pagos demasiado fáciles.
Por otro lado, ¿Os habéis fijado nunca cómo es de fácil gastar en los webs de venta online? Están especialmente diseñados para qué compramos con toda comodidad. Si queremos disfrutar de las facilidades que estas plataformas ofrecen, haremos bien en no perder de vista que somos en terreno enemigo para nuestras finanzas.
Finalmente, en este apartado de facilitar el dolor está demostrado que pagar en el momento de consumir es lo más conveniente para acabar pagando menos. Si vamos de vacaciones con un pack de hotel "todo incluido" nos puede dar la sensación que reduciremos gasto. El más probable, no obstante, es que sea más efectivo que por cada consumición haya que sacar la cartera.
El gran poder del ahorro
Los humanos no acostumbramos a ser auténticos expertos en autocontrol. Nos cuesta respetar un objetivo futuro como por ejemplo disfrutar de un dinero adicional para la jubilación si la alternativa es un placer inmediato.
Partiendo de esta base, cuanto menos disponibles tengamos el dinero, menos gastaremos. Entonces, es un buen consejo separar el dinero en diferentes productos de ahorro. Con esto mataremos dos gorriones de un disparo. Por un lado, diversificaremos. Y, por la otra, nos complicaremos acceder a mucho dinero de una vez. Si nos vemos obligados a deshacer un ahorro para una finalidad que no es la que habíamos planificado, será una señal que hay algo que no estamos haciendo bastante bien.
Nos ayudará también hacernos fácil la posta en marcha de las decisiones de ahorro que tomamos. Se trata de crear mecanismos automáticos. Por ejemplo, es buena idea contratar un producto financiero que separe un importe cada principio de mes como sí de otro recibo se tratara. Un golpe firmado, nuestra propia inercia pasa a jugar a favor nuestro, dado que sólo intentaremos recuperar estos ahorros en caso de verdadera necesidad.
Y, para acabar, me referiré a una herramienta (muy emocional) que utilizan los terapeutas Gestalt. Imaginamos que podemos conversar con nuestro "yo futuro". ¿Qué tipo de diálogo tendríamos con él? Quizás si lo conociéramos haríamos algo más para que disfrute de una vida mejor. ¿Creéis que redactar una carta de nuestro "yo futuro" al "yo presente" apoyaría a nuestra fuerza de voluntad? De hecho, hay un banco que ha usado este argumento en una conocida campaña publicitaria. ¿Os suena?
Dotar las finanzas de presencia y valores
Una herramienta muy interesante es poner a la vista o traer encima algún objeto que nos recuerde cuáles son los objetivos que nos proponemos. Este puede ser un contrapeso a las diferentes manipulaciones a las cuales nos somete la sociedad de consumo. Por ejemplo, podemos enganchar a la nevera una hoja con un jarrón dibujado donde iremos pintando flores a medida que vamos consiguiendo los hitos que nos marcamos. O poner una foto con el motivo por el cual ahorramos muy visible a la cartera. Si cuando lo abrimos para hacer un pago nos encontramos la imagen quizás decidiremos no hacer aquella compra.
Y, dentro del ámbito de los valores, quizás damos demasiada importancia a las posesiones. Medimos el éxito en función del patrimonio. No se acostumbra a calibrar en base al tiempo libre. ¿Podemos formular de nuevo el que entendemos por calidad de vida?
Dónde somos y donde queremos ir como primer paso
Es importante darnos cuenta que a menudo el principal enemigo está en casa. Conviene pararnos a pensar, a mirar el que hacemos desde una perspectiva de conciencia. De entrada, hay que saber donde somos a nivel financiero. Y, a continuación, nos habrá que determinar qué objetivos perseguimos. Con esto muy claro, todas las herramientas anteriores serán mucho más efectivas.