La sal contiene sodio, un componente indispensable para la vida. Nuestro organismo lo necesita en pequeñas cantidades que podemos obtener a partir de los alimentos sin necesidad de añadir sal a nuestros platos. Muchos alimentos, de forma natural, contienen pequeñas cantidades de sodio, suficientes para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. Los niños tienen unas necesidades de sodio inferiores a las persones adultas.
En el caso de los adultos podemos añadir sal a los alimentos para potenciar el sabor, siempre y cuando no sobrepasamos los 5 gramos de sal diarios (1 culleradeta de café). Ante un consumo elevado de sal, nuestro cuerpo reacciona eliminando el sodio a través de la orina, pero una tarea intensiva de eliminación puede sobrecargar los riñones. La sobrecarga renal se produce antes en el caso de los niños puesto que tienen los riñones muy pequeños, y más todavía cuando hablamos de los menores de un año los cuales están todavía en fase de maduración de los órganos.
Si este consumo elevado de sal se convierte en un hábito, los riñones no podrán filtrar todo el sodio y este se acumulará en sangre. Para compensarlo la sangre atraerá más agua y aumentará su volumen, haciendo que el corazón tenga que trabajar más por bombejar la sangre y se eleve la presión arterial. Por lo tanto, una alimentación rica en sodio aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
Otra razón para excluir la sal en los preparados para los bebés es que este es el mejor momento para educar el paladar y evitar una adquisición temprana a la preferencia por el gusto de la sal. El paladar es educable, y ofreciendo alimentos poco salados a nuestros niños conseguiremos que durante la edad adulta no abusen de la sal.
Y cuenta! No sólo la sal contiene sodio. Muchos alimentos procesados contienen en grandes cantidades. Cuento con los embutidos (incluyendo el jamón y las salchichas), los quesos (especialmente los secos y los curados) y los precocinados (croquetas, crestas de atún, pastillas de caldo, salsas ..) que no conviene ofrecer habitualmente a los niños, y todavía menos a los menores de un año.