El diccionario dice que la paciencia es la capacidad mental. La paciencia permite aplazar y controlar impulsos y perseverar en una conducta a pesar de las dificultades.
Los niños y adolescentes, por definición acostumbran a hacer perder la paciencia de los adultos en muchas ocasiones. Su impulsivitat, su tendencia a la inmediatez y su baja capacidad de frustración, nos altera fácilmente. Esto nos provoca reacciones inapropiades que no contribuyen a calmar los ánimos ni aportan serenidad.
Pero a ser paciente también se aprende. Y en este artículo expondremos algunas estrategias que os pueden ayudar al respeto.
Cuando nos alteramos y perdemos la paciencia , la convivencia se ve malograda. Por lo tanto, es importante seguir unas pautas. Un hecho que nos permitirá mantenerla el máximo posible y reconducir situaciones cuando los ánimos están crispados.
Trucos para mantener la paciencia:
- Poner normas claras. Si el niño las incumple o da largas, manifiesta empatía, pero al mismo tiempo mostrarnos inflexibles. Ya entiendo que esto ahora no te apetece. A mí me pasaría igual, pero hace falta que te pongas. Cuando antes empieces, antes acabarás.
- A pesar de que es difícil, procurar no levantar la voz. Si llamamos, contribuimos a crispar la situación. Si nos mantenemos serenos, damos sensación de control y de confianza aunque la professó vaya por dentro.
- Recordar que hay responsabilidades que son innegociables. Que sean pocas y muy elegidas. Mostrarnos amables a la hora de llevarlas a cabo, pero actuar con firmeza.
- No permitir que los niños recriminen nuestras actuaciones y se comparen con nosotros. Es preferible no llamar a los niños. Si alguna vez lo hacemos, no nos tenemos que sentir culpables. Tenemos que dejar bien claro que esto no los da permiso a que nos llamen.
- Echar del sentido del humor. Cuando vemos que una situación se complica, es preferible buscar la manera de destensar el ambiente.
- Crear hábitos diarios. La constancia y la repetición son aliados de la paciencia. Nos ayudan a recordar que todo tiene su momento y su tiempo.
La paciencia es una calidad que hay que ir adquiriendo
Por otro lado, hará falta que explicamos a nuestros hijos que la paciencia es una calidad que hay que ir adquiriendo despacio. Las personas no nacemos pacientes: lloramos cuando tenemos hambre, cuando nos asustamos, cuando tenemos siete... Hay que enseñar a saber esperar y a saber encajar las frustraciones. Es por eso que desde pequeños los tenemos que enseñar a hacer de la espera un tiempo aprovechable: teniendo una conversación, leyendo un libro, observando el entorno, organizando mentalmente el día... Porque esperar formará parte de sus vidas de una forma ineludible y será bueno entrenarlos al respeto para que no se alteren más de la cuenta o lo vivan con desazón.
En fin, todos tenemos que entender que la paciencia es necesaria en infinidad de situaciones. Nos tiene que ayudar a convivir con los otros, a reaccionar ante los imprevistos y a no alterarnos cuando las cosas se torcen.
En definitiva, que tener paciencia cuando hay criaturas por el medio tendría que ser innegociable pero a pesar de que es fácil comprender su importancia, resulta difícil encontrar la manera de fortalecerla y llevarla en la práctica. Con todo, como adultos que somos es bueno que no nos rendimos al respeto y miramos de potenciarla el máximo posible para fomentar el buen clima familiar.